grafismo creativo

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domingo, 19 de diciembre de 2010

Panetón made in tía Agripina

Ella nació en Saposoa, pueblo rodeado por montañas de selva alta, cuya dieta es a base de "inguiri" (platano verde), pescados como la doncella, el paiche, y carne de cecina.
Como hermana mayor, ejerció su liderazgo sobre sus siete hermanos, hasta que se abrió futuro por si misma viajando a Iquitos donde se casó y tuvo dos hijos.
Agripina es la hermana de mi madre, y fue la primera tía que conocí, y que llegó a Lima, a la casa en que viviamos. Su caracter emprendedor le permitió emerger luego de la separación de su esposo.
Tuvo una facilidad y empeño para aprender diversos oficios, como la fotografía. En la imagen vemos a ella operando la ampliadora fotográfica que se compró. En aquellos años, las cámaras empleaban película, ésta se revelaba en líquidos químicos, luego se secaba el negativo. La siguiente fase era colocar el negativo en el proyector de la ampliadora. La imagen se reflejaba sobre el tablero-pedestal. Ahi se colocaba el papel fotográfico para exponerlo a la luz filtrada por el negativo.
De otras cosas que recuerdo, mi tía aprendió medicina naturista, cosmetología y artesanía. Pero lo que me aterraba cuando visitaba la casa, era abriendo su biblia grande y leyendo los anuncios del libro del Apocalipsis. Esa noche con mis hermanitos no dormíamos, y si conciliabamos el sueño, eramos atrapados por pesadillas.
Su caracteristico modo de hablar selvático, no lo perdió, a pesar de su larga residencia en Lima. Y la recordamos por sus anécdotas de valor cuando se topada con algún ladrón o varios en la calle. Mi madre refiere que cuando era soltera, fue a su encuentro en Iquitos. Allí la tía Agripina tenía una panadería y pastelería, en convenio con su esposo. Y fue una férrea celadora del pretendiente de mi madre. Aunque a pesar de los misiles, minas antipersonales y tropa de soldados que le puso, el señor Galván perseveró en su amor, y llevó a la hermana de Agripina, al registro civil para contraer matrimonio.
Finalmente, una de las navidades que tengó buen recuerdo de niñez, fue cuando la tía llegó con muchos ingredientes, y convirtió la pequeña cocina, en un recinto donde se prepararon y asaron como 30 panetones. El horneado duró casi 24 horas, usando dos hornos de caja metálica que se colocaban sobre las hornillas de las cocinas, una a gas y otra kerosene. De cada horno salían tres unidades simultáneamente. La tía Agripina no vendió la producción, se repartio entre ella, mi madre, y el resto, ella lo regaló a sus amistades. Y por cierto, éstas la recuerdan con mucho aprecio, y lloraron el día de su muerte, llena de dias, cargando 85 años.
Casi presagiendo su inminente deceso, su hijo la mandó llevar a Pucallpa. Sus restos reposan en el cementerio de la ciudad, y se que Dios, a quien ella cantaba en el bus sin avergonzarse, hoy la tiene en su gloria.

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